martes, 25 de noviembre de 2008

MUERTE Y VIDA. MORIR Y VIVIR

Semana difícil. Quincena dura.
Ocasión para que el Señor se muestre; se nos muestre.
Así como en una cruz hace dos mil años, sin casi palabras, nos mostró lo más íntimo del corazón de Dios, la encrucijada de hoy nos muestra lo más íntimo de la existencia humana.
Lo cierto es que nacemos para morir un día. Si alguien niega que algún día le tocará, lo tratamos de necio.
Pero no es más necio el que se aferra a una muerte que ya no mata toda la existencia? Desde que Jesús de Nazareth murió por los pecados y resucitó por el Amor del Padre, la muerte ya no mata como antes ni como querría. Es una muerte limitada. Lo que pasa es que si no profundizamos, esa muerte nos mata.

La muerte no tendría sentido si Jesús no la hubiera convertido en paso hacia el Padre, en cielo abierto y en canal de Vida de Dios hacia nosotros. Pero si la muerte no fuera paso, sería la vida la que no tiene sentido. Porque el sentido de la muerte se encuentra en Jesús; y el sentido de la vida, lo podemos encontrar en la muerte. La muerte arroja una luz poderosa y desnuda la verdad y la profundidad de nuestra vida. Puede aterrarnos porque nos deja inermes y pone en evidencia que en realidad no vivimos auténticamente.

Vivir es exprimir cada día como si fuera, tal vez, el último. Pero sólo puede ser el último si le ponemos -aún hipotéticamente- el filo de la muerte. Dada esta clarividencia la muerte revela que podemos estar ya muertos si no vivimos cada día como Jesús lo hizo. Si no vivimos cada día en comunión con Jesús. Pero esto no es sino un vivir a fondo. Y no vivir a fondo es estar medio muertos. Alguien medio muerto es quien ya tiene la Vida de la vida muerta. No murió su cuerpo sino, peor aún, su alma, su espíritu.

El paso de la muerte nos revela la clase de vida que nuestra alma tiene. Si tiene la Vida de Dios, el alma confía en que esa vida será sostenida por el Dios de la Vida. Pero el que no tiene la vida de Dios en sí mismo: puede aspirar a que su cuerpo viva eternamente o que se prolongue la única vida, la corporal, que se ve que se marchita y se termina?

La muerte espanta en la medida en que lo que tenemos ya no es Vida; porque, entonces, lo que ella nos quita, es lo único que nos queda: lo perecedero. Y es cuando deja un sabor de aniquilamiento.

Morir y vivir van juntos. Queremos vivir siempre; pero no estamos tan dispuestos a librar la batalla de la Vida de Dios en el alma. Porque es el alma la que guía al cuerpo, y es ella la que tendrá el germen de la resurrección, aguardando el día final, la resurrección universal. Tenemos que decidir qué dejaremos morir: si dejamos que muera la Vida del alma (es decir, la Presencia del Señor) o si dejamos que muera lo perecedero, el cuerpo. La elección implica un modo de vida, una manera de acentuar.

Conviene ser drásticos y extremistas, blanco sobre negro: una u otra. Los recursos son pocos y el tiempo es escaso. Debemos optar, no negociar grises.

La estrategia es fundamental: Porque si fortalecemos la Vida interior, la Presencia de Dios -efectiva- en el alma (por los sacramentos, la Misa, la caridad, etc) viviremos librando la batalla del espíritu; pero su buscamos fortalecer la vida coporal (no reprochándose nada a sí mismo, hedonismo, gustos, esteticismo, autocomplaciencias, justificaciones, etc) regaremos lo que tenemos de caduco y perecedero. Fomentar el espíritu es dejarle al Señor aumentar en nosotros la Esperanza; promover la vida puramente natural es alimentar un sueño que se desvanecerá provocando la desesperanza, la desilusión, la cortedad de horizonte.

La muerte hoy, desgraciadamente, nos enseña. Será por eso que san Francisco de Asís la llamaba "hermana", porque nos acerca a la Vida?

Que el Señor los bendiga e ilumine para elegir los caminos adecuados, los caminos de vida. P.Georgie Gallino

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Una respuesta al misterio de la muerte (San Agustín)

No Llores si me amas

No llores si me amas.
¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si por un instante pudieras contemplar como yo,la belleza ante la cual las demás bellezas palidecen!
¿Me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme en el país de las realidades eternas?
Créeme , cuando llegue el día que Dios ha fijado y tu alma venga a este Cielo, en el que mi alma te ha precedido, volverás a ver a mi corazón que siempre te ama, ahora con toda su ternura purificada, y me verás trasnfigurado y feliz.
Yo ya no espero la muerte para nuestro encuentro, pues seguiré avanzando contigo por los senderos de la luz.
Calma tu llanto, no llores si me amas.

Aporte de Blito

lunes, 10 de noviembre de 2008

La religión "pick and choose": "Toma y elige"

EL EVANGELIO DEL DOMINGO QUE PASO... PARA SEGUIR MEDITANDO
REFLEXION DE RANIERO CANTALAMESSA


Juan 2, 13-22

Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas, palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: "Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre". En esos momentos, sus discípulos se acordaronde lo que estaba escrito: El celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: "¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?" Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré". Replicaron los judíos: "Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?" Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.

Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

¿Por qué, entonces, los cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa? ¿Por qué es obligatorio ir a la iglesia todos los domingos? La respuesta es que Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de personas, en comunión con Él y entre sí.

Lo que es la casa para una familia, lo es la iglesia para la familia de Dios. No hay familia sin una casa. Una de las películas del neorrealismo italiano que todavía recuerdo es "El techo" ("Il tetto"), escrita por Cesare Zavattini y dirigida por Vittorio De Sica. Dos jóvenes, pobres y enamorados, se casan, pero no tienen una casa. En las afueras de Roma tras la segunda guerra mundial, inventan un sistema para construir una, luchando contra el tiempo y la ley (si la construcción no llega hasta el techo, en la noche será demolida). Cuando al final terminan el techo están seguros de que tienen una casa y una intimidad propia, se abrazan felices; son una familia.

He visto repetirse esta historia en muchos barrios de ciudad, en pueblos y aldeas, que no tenían una iglesia propia y que han tenido que construirse una por su cuenta. La solidaridad, el entusiasmo, la alegría de trabajar juntos con el sacerdote para dar a la comunidad un lugar de culto y de encuentro son historias que valdría la pena llevar a la pantalla como en la película de De Sica...
Ahora bien, tenemos que evocar también un fenómeno doloroso: el abandono en masa de la participación en la iglesia y, por tanto, en la misa dominical. Las estadísticas sobre la práctica religiosa son como para echarse a llorar. Esto no quiere decir que quien no va a la iglesia haya perdido necesariamente la fe; no, lo que sucede es que se sustituye a la religión instituida por Cristo por la llamada religión "a la carta". En Estados Unidos dicen "pick and choose", toma y escoge. Como en el supermercado. Dejando la metáfora, cada quien se hace su propia idea de Dios, de la oración y se queda tan tranquilo.

Se olvida, de este modo, que Dios se ha revelado en Cristo, que Cristo predicó un Evangelio, que fundó una ekklesia, es decir, una asamblea de llamados, que instituyó los sacramentos, como signos y transmisores de su presencia y de su salvación. Ignorar todo esto para crear la propia imagen de Dios expone al subjetivismo más radical. Uno deja de confrontarse con los demás, sólo lo hace consigo mismo. En este caso, se verifica lo que decía el filósofo Feuerbach: Dios queda reducido a la proyección de las propias necesidades y deseos. Ya no es Dios quien crea al hombre a su imagen, sino que el hombre crea un dios a su imagen. ¡Pero es un Dios que no salva!

Ciertamente una religiosidad conformada sólo por prácticas exteriores no sirve de nada; Jesús se opone a ella en todo el Evangelio. Pero no hay oposición entre la religión de los signos y de los sacramentos y la íntima, personas; entre el rito y el espíritu. Los grandes genios religiosos (pensemos en Agustín, Pascal, Kierkegaard, Manzoni) eran hombres de una interioridad profunda y sumamente personal y, al mismo tiempo, estaban integrados en una comunidad, iban a su iglesia, eran "practicantes".

En las Confesiones (VIII,2), san Agustín narra cómo tiene lugar al conversión al paganismo del gran orador y filósofo romano Victorino. Al convencerse de la verdad del cristianismo, decía al sacerdote Simpliciano: "Ahora soy cristiano". Simpliciano le respondía: "No te creo hasta que te vea en la iglesia de Cristo". El otro le preguntó: "Entonces, ¿son las paredes las que nos hacen cristianos?". Y el tema quedó en el aire. Pero un día Victorino leyó en el Evangelio la palabra de Cristo: "quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre". Comprendió que el respeto humano, el miedo de lo que pudieran decir sus colegas, le impedía ir a la iglesia. Fue a ver a Simpliciano y le dijo: "Vamos a la iglesia, quiero hacerme cristiano". Creo que esta historia tiene algo que decir hoy a más de una persona de cultura.

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

jueves, 6 de noviembre de 2008

ALICIA - PELUSA - JUANCHO - ZEQUE - EDUARDO Y GABRIEL... SOLDADOS DE CRISTO!!!

Que notición para la comunidad de entretiempo&oportunidad.
Seis personas adultas, QUIEREN RECIBIR EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION
Y LO HARÁN ESTE VIERNES 7 DE NOVIEMBRE A LAS 20.00 HS EN LA CAPILLA DEL MARIN.
Que gracia enorme para la comunidad. Qué momento de alegría inmensa.
LOS INVITAMOS A TODOS A ESTAR PRESENTES EN LA CEREMONIA DONDE SE CONFIRMARAN:
ALICIA OLIVA, PELUSA HERNANDEZ, JUANCHO PRATTO, EZEQUIEL DE LA SERNA, EDUARDO BAISTROCHI Y GABRIEL TOCCO.-
FELICITACIONES A LOS SEIS, y a los demás que recibirán idéntico sacramento.-
LOS ESPERAMOS

martes, 4 de noviembre de 2008

TESTIMONIO DEL ET XV


El fin de semana pasado terminó el último Entretiempo de varones en San Isidro.
Y por la gracia de Dios me tocó la responsabilidad de coordinar al equipo que estuvo trabajando antes y durante el encuentro.
Como siempre, los frutos de cada uno de estos retiros no dejan de sorprendernos... Es que somos tan pavotes, que aunque repitamos 1.000 veces que el EESS sopla, no dejamos de tener cierto orgullo de creernos que en parte el resultado depende de mi.. de nosotros, de lo que digamos o hagamos...
Y cada vez que termina el retiro cada uno reafirma su fe, porque constata y reconoce que ha sido un mero instrumento, y que la obra la realizó otro, que nunca podría equivocarse.-
Fue un verdadero gusto compartir con uds. este entretiempo XV.
Fue para mi, un motivo de crecimiento espiritual, además de un placer todo este tiempo de trabajo. Constatamos una y otra vez como Dios se vale de cada uno, como se sirve de nuestras distintas personalidades, de nuestras ideas, estilos, preferencias, para hacer que su mensaje llegue a todos. ESTEBAN MAZZINGHI