lunes, 26 de diciembre de 2011

Infinita desproporción

 “Al principio existía la Palabra,y la Palabra estaba junto a Dios,y la Palabra era Dios.  Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.” (Jn. 1, 1-3)

“…en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él.” (Col. 1, 16)

“…se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor…” (Flp. 2, 7)


INFINITA DESPROPORCIÓN

El que era TODO, se hizo NADA.
Se despojó de su TODO, y se vistió de nuestra NADA.
A nosotros, que no merecíamos NADA, se nos regalo TODO.
Quién de nosotros no necesitaba NADA, se nos brindó él TODO.
Así, los que somos NADA, pero que necesitamos TODO, al recibirlo, sólo podemos ofrecerle nuestra NADA, al tiempo que, de lo que necesitamos, él nos lo ofrece TODO.

Contemplemos con un corazón humilde, rebosante de alegría y de agradecimiento, esta infinita desproporción.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Navidad 2011

“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom. 8, 31)



¡Celebremos!
¡Tenemos motivos para la alegría!: ¡Un Niño-Dios que verdaderamente estará con nosotros, que estará entre nosotros, que estará en nosotros!
Si Dios nos ama tanto como para compartir nuestra misma humanidad, sin saltearse ninguno de sus dolores, ¿qué puede quitarnos la alegría de su compañía?

¡Que vivamos una Santa Navidad!

domingo, 11 de diciembre de 2011

domingo, 4 de diciembre de 2011

El Extraño

Unos cuantos años después que yo naciera, mi padre conoció a un extraño, recién llegado a nuestra pequeña población.
Desde  el principio, mi padre quedó fascinado con este encantador personaje, y  enseguida lo invitó a que viviera con nuestra familia. El extraño aceptó y desde entonces ha estado con nosotros.
Mientras yo crecía, nunca pregunté su lugar en mi familia; en mi mente joven él ya tenía un lugar muy especial. Mis padres eran instructores complementarios. Mi mamá me enseñó lo que era bueno y lo que era malo y mi papá me enseñó a obedecer. Pero el extraño era nuestro narrador.
Nos mantenía hechizados por horas con aventuras, misterios y comedias.
El siempre tenía respuestas para cualquier cosa que quisiéramos saber de política, historia o  ciencia. ¡Conocía todo lo del pasado, del presente y hasta podía predecir el futuro!
Llevó a mi familia al primer partido de fútbol. Me hacia reír, y me hacía llorar.
El extraño nunca paraba de hablar, pero a mi padre no le importaba.
A  veces, mi mamá se levantaba temprano y callada, mientras que el resto de
nosotros estábamos pendientes para escuchar lo que el extraño tenía que decir, pero
ella se iba a la cocina para tener paz y tranquilidad. (Ahora me pregunto si ella habrá rogado alguna vez, para que el extraño se fuera.)
Mi padre dirigió nuestro hogar con ciertas convicciones morales, pero el extraño nunca se sentía obligado para honrarlas.
Las  blasfemias, las malas palabras, por ejemplo, no se permitían en nuestra casa, ni por parte de nosotros, ni de nuestros amigos o de cualquiera que nos visitase. Sin embargo, nuestro visitante de largo plazo, lograba sin problemas usar su lenguaje inapropiado que a veces quemaba mis oídos y que hacia que papá se
retorciera y mi madre se ruborizara.
Mi papá nunca nos dio permiso para tomar alcohol. Pero el extraño nos animó a intentarlo y a hacerlo regularmente. Hizo que los cigarrillos parecieran frescos e inofensivos, y que los cigarros y las pipas se vieran distinguidas.
Hablaba libremente (quizás demasiado) sobre sexo. Sus comentarios eran a veces evidentes, otras sugestivos, y generalmente vergonzosos.
Ahora sé que mis conceptos sobre relaciones fueron influenciados fuertemente durante mi adolescencia por el extraño.
Repetidas veces lo criticaron, mas nunca hizo caso a los valores de mis padres, aún así, permaneció en nuestro hogar.
Han pasado más de cincuenta años desde que el extraño se mudó con nuestra familia. Desde entonces ha cambiado mucho; ya no es tan fascinante como era al principio. No obstante, si hoy usted pudiera entrar en la casa de mis padres, todavía  lo encontraría sentado en su esquina, esperando por si alguien quiere escuchar sus charlas o dedicar su tiempo libre a hacerle compañía...

¿Su nombre? Nosotros lo llamamos... ¡Televisor!
Ahora tiene una esposa... ¡que se llama Computadora!, que es de una comunidad que se llama Internet. Tuvieron un hijo, ¡que se llama Celular!, con el agravante que el nieto pinta ser el peor de todos, ¡el Smartphone!

Amigos, no dejemos que estos extraños hagan ruido y nos distraigan. Que en este Adviento podamos estar atentos, expectantes y en silencio, no sea cosa que calladamente se esté acercando un Dios amigo, cercano y conocido y nosotros, hipnotizados por las imágenes y los sonidos de estos extraños, no lo estemos invitando a nuestras casas y a nuestros corazones.