miércoles, 3 de diciembre de 2008

De lo pequeño a lo grande...

NAVIDAD: LUCAS CAP II

- Se acerca la Navidad: y la necesidad de prepararla inte­riormente, para aprovechar este tiempo "fuerte" del año Litúrgico.-

- Hablemos de la grandeza de "lo pequeño" en nuestras vidas; de poner a Dios en las cosas de nuestro trabajo, de nuestra vida de familia. Del grano de mostaza... En la Navidad, se vuelven a en­contrar lo pequeño y lo grande.-

- En un pueblito perdido en Palestina, -Belén-, una chi­ca de 16 años tiene un hijo. No parece un aconte­cimiento muy importante, y sin embargo, esa es la bi­sagra de la historia.-

- Dios, que es infinitamente grande y poderoso, se hace pequeño. Necesita de nosotros, de la bondad de José, de la ternura de la Virgen, de nuestra compañía.-

- "No había lugar para ellos en la posada". ¿Hay lugar en la posada de nuestro corazón, para Jesús? ¿Hay lu­gar para él en nuestra vida? Es una buena pregunta que tenemos que contestarnos con sinceridad.-

- Quiénes reciben primero la noticia? Los pastores. A ellos se les aparecen los ángeles, les anuncian que ha nacido el Redentor.-

- Si nosotros hubiéramos tenido que programar la reden­ción, hubiéramos resuelto que los ángeles se apare­cieran a los escribas, a los doctores de la ley.-

- Pero no: Dios se entiende con los pastores. "Te doy gracias, Padre, porque ocultaste estas cosas a los so­berbios, y las revelaste a los humildes", dice Je­sús.-

- Nosotros, con nuestra soberbia a cuestas, tan centra­dos en nosotros mismos, tan pendientes de lo que nos pasa, somos muchas veces ineptos para recibir a Dios. Estamos tan llenos de nosotros, que apenas le dejamos espacio a Dios.-

- Tenemos que luchar por ser humildes, por ser como ni­ños, por ser como pastores, por dejar actuar a Dios en nosotros.-

- Hay que pedírselo a Dios, frente a la cátedra del Pe­sebre. Hay que meternos "escenográficamente" en el Pesebre. Aprender de José, que no entiende, pero que confía en Dios y en María. Aprender de la Virgen, que le dice que "Si" a Dios, que descansa en la vo­luntad de Dios, que conserva todos estas cosas en su cora­zón, y las medita.-

- Aprender del buey, o del burro, que son capaces de darle a Jesús un poco de calor, y un poco de compa­ñía. Aprender de los pastores, que en seguida se po­nen en marcha para ver las maravillas que los ángeles les habían anunciado.-

- Prepararnos para Navidad. Que la cosa no acabe en el arbolito, los regalos, y la comida familiar. Que todo eso, que está muy bien, sea el reflejo de una alegría profunda, interior: la alegría de encontrarnos con Je­sús, que quiere encontrarse con nosotros.- Gabriel Mazzinghi

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