martes, 2 de junio de 2009

El mal Samaritano...

En el primer día "post-retiro", con la charla de Lino y la parábola taladrándome ("¿Quién es mi prójimo? ¿Quién es mi prójimo?" ), me pareció que no estaba muy bueno esto de dedicarles más tiempo a mis perros que a mi pariente gravemente accidentado y a su familia angustiada y sobrecargada. Por una cosa o por otra, hacía tres semanas que venía pateando la cosa "para más adelante", pero el momento de ir nunca se daba ("Estoy con mil cosas").
Pero La Palabra, que es viva, eficaz, más afilada que espada de doble filo (y más taladrante que martillo neumático), seguía: "Porque estuve enfermo y no me visitaste", "Porque estuve enfermo y no me visitaste", "Porque estuve enfermo y no me visitaste".
Hoy se me hicieron un par de horas libres. Junté coraje, averigüé la dirección del nuevo lugar donde está internado y me largué. Estuve un rato haciéndole el aguante a mi tía, (mientras pensaba en la charla de Carlos Colacioppo y en la angustia de María viendo con impotencia a su hijo destrozado ("Una espada te atravesará el corazón").
Sólo la sobrecarga de alegría que traía del día anterior me permitió enfrentar la angustia de esa madre dolida que no sabe qué va a ser de su hijo. Incluso me comprometí a ir el lunes que viene (y todos los lunes, si pudiera, porque en definitiva, si no son estos, "¿Quiénes son mis prójimos?").
No se los cuento para disfrazarme de bueno, sino para quedar comprometido frente a ustedes a mantener mi compromiso y para demostrar que un ET y un Pentecostés pueden transformar un Mal Samaritano en uno un poco mejor.
También les pido que los tengan presentes en sus oraciones, porque quiero que esta comunidad orante los ayude como contaban otros que tanto los había ayudado a ellos en sus propios momentos difíciles.
(El autor de la carta pidió que se publique anónimamente.)

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