lunes, 21 de diciembre de 2009

CONTRA PAPÁ NOEL

Todo cristiano medianamente informado sabe de la abrumadora importancia que la Pascua tiene por sobre la Navidad. Esta última es una fiesta bastante tardía que recién se afianzó al promediar del siglo IV. Durante muchos siglos continuó siendo inferior a Pentecostés y lo continúa siendo en la Iglesia Oriental con respecto a la Epifanía, la que nosotros con criterio objetivo llamamos “Reyes”.

Sin embargo, el crecimiento de la segunda por sobre la primera ha sido exponencial desarrollándose en paralelo a la pérdida de sentido religioso que avanza empujada por el viento de la modernidad. La importancia de la Navidad es la de las causas primeras, ya que sin encarnación difícilmente hubiera habido redención, pero no siempre el inicio es lo más importante. La ausencia de resurrección es lo que haría vana nuestra Fe, como señala, categórico, Pablo y, por ende, también la Navidad. La causa final es, una vez más, la que define.

Uno de los éxitos de la operación de crecimiento del fenómeno navideño, para hacerlo apto al consumo moderno, se centra en la licuación de su sentido. Diluir su carácter religioso en las aguas de un sincretismo bonachón. Aunque para esto haya sido necesario desterrar el Misterio. La geometría es una ciencia inapelable, la superficie es enemiga de las profundidades.


De los múltiples vehículos utilizados con este fin, Papá Noel es sin duda el campeón. Un personaje producto de sucesivas transformaciones y colector de mitos que recorren vastas geografías, de Paris a Laponia y de Anatolia a Coca Cola. En él se conjugan relatos paganos, codicias atemporales y también el velado recuerdo de San Nicolás, patrono de Bari, a quien Dante se refiere:

Esso parlava ancor de la larghezza
che fece Niccolò a le pulcelle,
per condurre ad onor lor giovinezza.
(Purgatorio XX, 30)

De esa mezcla errática surge la figura barbada y corpulenta que, tirada por renos, surca rutilante nuestro cielo, y que es todo lo contrario del original espíritu navideño, en donde todo es frágil. Para colmo, su figura se adapta mal a estas latitudes, donde los pobres Papanoeles sudan las desgracias del verano. Santa Claus es, además, para nosotros, habitantes de estas latitudes, un sometimiento cultural inaceptable.

Sin embargo, el oponente es un difícil de vencer, y no sólo por el aire acondicionado que sopla en el fatuo invierno de los shoppings A su favor, el consumismo infatigable despliega todos los años sus huestes y el ingenio de los generales del marketing. Y no es que me oponga a los regalos, sino solamente a quien se convirtió en su agente exclusivo de distribución. Los monopolios terminan por arruinar las cosas.

La Navidad es, antes que nada, una posibilidad y el Pesebre, un lugar de resistencia donde pertrecharse de los embates del mercado. Yo quiero pasarla cobijado bajo su precaria arquitectura desvencijada de palos y allí guarecerme de los chubascos del alma. Porque el andamiaje de mi fe también es una construcción endeble. Abandonar la abarrotada y sólida posada, para correr hasta el precario tinglado de mis días y allí contemplar el misterio de ese Niño y gozar con la amorosa mirada de su madre. Porque si es verdad que Dios nos ama, al punto de hacerse uno de nosotros, de verdad que todo es posible.

Hasta ver desterrado a Papa Noel, con su trineo atascado en el medio de algún tórrido desierto, maldiciendo haber venido a visitar este hemisferio. Quién sabe algún alma piadosa lo lleve de vuelta al Polo Norte.

Por OPI MAZZINGHI

5 comentarios:

Héctor dijo...

Suscribo totalmente lo de Opi. Hace años que le hago la guerra a ese Papá Noel cocacolero y vacío de contenido espiritual. No puedo estar más de acuerdo: el único antídoto a la "Navidad Unicenter" es orar frente al Pesebre y volver a explicitar su esencia en el Niño por llegar.
¡Tengan una Santa Navidad!

Unknown dijo...

Esteban: Qué claridad! Que pluma! Cuanta verdad! Qué desigual es, sin embargo, la lucha contra el gordo de rojo. Me pregunto, el color lo abrá elegido mandinga???
Fuerte abrazo
Feliz Navidad!!
Gabriel Tocco

Gustavo dijo...

Agrego a la nota, esa fiebre esteril de la lucha por lucirse con el mejor regalo, el mas ostentoso. La lucha está planteada. Y estoy convencido que solo la ganaremos abriendo nuestro corazón, entendiendo y valorando ese fantástico misterio en el que Dios achica su grandeza para agrandar nuestra pequeñez. Para que la humildad del pesebre haga que nuestros corazones exploten de alegría y admiración. Para que tengamos un asiento disponible en nuestra mesa para ofrecerselo a quien mas lo necesita.

¡Que tengan todos una Feliz
Navidad!!

Gustavo

Anónimo dijo...

Buenísimo el ataque al gordo cachafaz. Lo de "cocacolero" que dice Héctor, ¿pretende emparentarlo con los carteles de la droga? Me parece too much. O se refiere a esa bebida maravillosa. De las pocas cosas buenas que hicieron los yankees?

Blito Djumas dijo...

Opi Maestro!
Yo no lo plantearia como una lucha. Lo que es verdadero no esta a riesgo!
La navidad es una señal clariiiisima de que el materialismo es enemigo del hombre. Me encanto lo de Gustavo tambien. Abrazo para todos