martes, 24 de marzo de 2009

Cuaresma 2009
4º Domingo – Catedral de San Isidro – 22 de Marzo

Homilía Monseñor Jorge Casaretto

Siguiendo el orden de la Carta Pastoral de Cuaresma, veíamos el domingo pasado la necesidad de aprender de Jesús. Hoy vamos a hablar de Celebrar a Jesús y el próximo domingo de Anunciar a Jesús.

Celebrar a Jesús. Lo estamos celebrando en la Eucaristía. Toda celebración, incluso en la vida cotidiana, hace referencia a hechos pasados. Celebramos nuestros cumpleaños, nuestro bautismo, el día del casamiento. Siempre la celebración hace referencia al pasado. Normalmente se puede celebrar bien cuando uno está reconciliado con el pasado. Cuando el pasado es un hecho destacado en la vida que por el simple recuerdo o la memoria que se hace genera paz en el corazón, genera sentimientos buenos. Cuando uno no tiene una buena reconciliación con el pasado, difícilmente se puede celebrar. Generalmente un pasado no sanado es motivo de angustia, de inquietud. Por el contrario, un pasado reconciliado es como una base muy firme que hace que el futuro genere esperanza. El futuro nunca se celebra. El futuro es motivo de angustia, de inquietud o motivo de esperanza. Generalmente cuando el hecho pasado esta bien resuelto en el corazón, nuestra vida es una vida esperanzada.

Los cristianos vivimos de una memoria, toda la vida cristiana se asienta sobre la memoria del Hijo de Dios hecho hombre. Hoy, la Palabra de Dios trae recuerdos muy fuertes, hasta qué punto el pasado es una garantía de nuestro presente cristiano. Porque todo el pasado cristiano nos recuerda un Dios que cumplió sus promesas, que obró con misericordia, que perdonó nuestros pecados, que dio su vida por amor a nosotros. El Libro de las Crónicas nos recuerda lo que hizo Dios en el Antiguo Testamento. Cómo, no solamente sacó a su pueblo de la esclavitud de Egipto, también los sacó de la esclavitud de Babilonia, lo condujo con su misericordia. Hoy Jesús delante de Nicodemo anuncia que va a ser elevado en la cruz para traernos la luz, la verdad, para abrirnos las puertas de la vida eterna. Y San Pablo nos recuerda con mucha fuerza, es un texto hermoso, cuando nosotros éramos pecadores, todavía cuando éramos pecadores, Dios, el Hijo de Dios, dio su vida por nosotros. Es decir, no esperó que nosotros fuéramos buenos, sino que, justamente porque dio su vida por nosotros, nosotros podemos ser buenos. El motivo de una vida santa es la memoria de lo que Dios hizo por nosotros.

Por eso, la celebración, implica ante toco la gratitud, la mirada al pasado es una mirada de gratitud. Yo les diría que, personalmente, si tuviera que elegir una virtud, un don, un don a pedir mucho en la oración y don a tratar de lograr en la vida, yo no dudaría de pedir la gratitud respecto de todo lo que ha sido nuestra existencia. Y fundamentalmente la gratitud a Dios.

Por eso celebrar es ante todo ponerlo a Dios en la mira nuestra, agradecerle, alabarlo, glorificarlo. Muchas veces es una dimensión de la vida cristiana que se nos escapa. Hacemos tanto hincapié en lo cotidiano, y lo cotidiano está lleno de personas, está lleno de hechos, de situaciones, de circunstancias y muchas veces no lo encontramos a Dios en esas circunstancias. Sin embargo, una buena vida cristiana nos llevaría a encontrar a Dios en todas las situaciones, en todas las cosas, en todas las personas. Una mirada de fe ante todo me pone de manifiesto que el que está a mi lado es un hijo de Dios. Una mirada de fe me pone a mi lado que esta circunstancia por la que paso es una situación que Dios me permite pasar y algo tendrá que decirme Él. Por eso entonces, la gratitud respecto del pasado es como la sustancia de una celebración.

Celebramos la vida, celebramos a Dios, celebramos y agradecemos todo lo que Dios ha hecho por nosotros.

Decíamos recién, si lo sustancial de la celebración es celebrar la gratitud, ese pasado con el cual, o estoy reconciliado o tengo que seguir trabajando para reconciliarme, es como una base firme para enfrentar el futuro con esperanza.

Y por eso toda celebración también tiene que animarme en la esperanza. Ese Dios que obró conmigo, que obró misericordiosamente conmigo, no me va a fallar. Ese Dios que hizo tantas cosas buenas va a seguir estando a mi lado.

Por supuesto que, la objeción fundamental de toda esta visión es “podemos seguir esperando con todas las cosas que pasan?”.

En estos días una mirada de la situación de nuestro País, en mucha gente, lejos de producir una mirada de esperanzada, produce inquietudes, angustias, “qué va a pasar”, “vamos a encontrar un camino los argentinos?”

Es normal que nos hagamos estas preguntas porque los cristianos somos realistas respecto de que Dios no dejará de obrar en nosotros pero no tenemos la garantía mágica de que por ser cristianos todo va a salir bien en la vida.

Por eso, una mirada de esperanza implica, y esto es también parte de la celebración, un compromiso de traducir todo eso que Dios ha hecho con nosotros y en nuestra vida en el contexto en donde nos toca vivir. Si nosotros tomamos la Palabra de Dios hoy, para celebrarla tenemos que decir, “Dios obró con misericordia con su pueblo y en nosotros”. Esto significa, quiso dialogar con nosotros, quiso que nos reconciliemos con Él, quiere que nos reconciliemos con los demás, quiere generar comunión y no división, quiere generar encuentro y no controversia. Y, sin duda alguna, todas estas situaciones complejas aparecen en nuestra vida, en el quehacer argentino. Estamos preocupados por este clima de controversia, por esta fragmentación, a veces como inducida, como generada, como incentivada. Todo esto es motivo de preocupación para nosotros. Y si bien no dependerá de cada uno de nosotros poder cambiar esta situación, sin embargo, los cristianos sabemos que, en el contexto en donde Dios nos ha puesto, podemos algo, siempre, podemos reflejar lo que celebramos. Quizá no podemos, no tenemos el poder para generar un clima de diálogo y de consenso en la vida genérica del País, pero eso lo podemos hacer en nuestra vida familiar, lo podemos hacer en los contextos que nos toca vivir, porque tenemos que sembrar un estilo de vida distinto. Y este estilo de vida que tenemos que generar en nuestro País empieza por casa, empieza por la realidad de cada uno de nosotros.

Por eso entonces la celebración es gratitud, la celebración es fundar nuestra vida en un pasado donde Dios actuó y que es un buen sustento para seguir esperando de Él. La celebración también es compromiso para plasmar en la vida cotidiana todos estos dones que Dios obró en nuestra historia con la certeza de que Él los va a seguir obrando, pero que estará en nosotros sembrarlos en el contexto donde Dios nos ha puesto.

Caminemos entonces con este paso seguro, con este paso pacífico hacia la Pascua, pero también con este paso comprometido por esta realidad que Dios ha puesto delante nuestro para que la transformemos.



Con un fuerte abrazo

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