viernes, 15 de mayo de 2009

SAN ISIDRO LABRADOR



Homilía de MONS. CASARETTO (Viernes 15 de mayo, Catedral de San Isidro)

Siempre esta fiesta es, en primer lugar, motivo de gratitud a Dios, por mediación de San Isidro, él nos sostiene, sostiene nuestras vidas, nuestras familias, nuestro trabajo. Por eso, en la Eucaristía, lo primero que hacemos es esto, agradecer a Dios.

Hoy tenemos también otro motivo para agradecer, a nuestro párroco, agradecemos a Dios por la vida de Pedro, por su ministerio, por estos quince años que está cumpliendo en la parroquia, le damos gracias a Dios pero, personalmente, quiero expresar, delante de todos ustedes, mi gratitud a él por lo que ha significado en estos quince años al frente de la vida parroquial. Agradezco la presencia de todos ustedes, al señor intendente, a su esposa, a las autoridades, a las fuerzas vivas y al pueblo de San Isidro que, una vez más, viene a agradecer al Señor por mediación del santo y hacer las peticiones de todo aquello que necesitamos para seguir adelante.

Siempre que se acerca la fiesta de San Isidro trato de releer algunas de las vidas escritas sobre él y en esta última que pude leer en estos días, aparecen marcadas virtudes que ya conocemos pero que me impresionó cómo el autor resalta algunas dimensiones tan fuertes de la vida de San Isidro. La acción, la dimensión contemplativa de su vida, el trabajo y la caridad.

Nosotros solemos tener una idea esteriotipada de los santos, de modo tal que son un poquito extraterrestres en la visión habitual, parecería que fueran personas de otro mundo, pero quizás, esto es uno de los frutos tan grandes del pontificado de Juan Pablo II, porque erigió a tantos santos en la iglesia y santos de alguna manera cercanos a nosotros, que podemos captar con más profundidad hasta qué punto los santos fueron personas humanas. Justamente la santidad, lejos de alejarlos de la condición humana, los hizo profundizar en la humanidad. La santidad es ante todo un camino de humanización. Por eso los santos pueden ser puestos como ejemplos, ante todo de personas realizadas, de hombres y mujeres que supieron entender la vida y la luz del Evangelio de Jesús, a la luz del ejemplo de Jesús, y fueron entonces perfeccionándose en su humanidad e integrando todo lo que les pasaba a la luz de Dios. Y por eso cuando decimos que San Isidro fue un hombre de oración, no solamente decimos que rezaba mucho, lo cual seguramente fue verdad, recibía con frecuencia la Eucaristía, cuando pasaba por las iglesias, incluso hacía algunas peregrinaciones por distintas iglesias para rezar. Están las famosas anécdotas de que oraba mientras debía trabajar, que parece ser, según el último libro que he leído, que algún testigo ocular sorprendido por la eficacia del trabajo de San Isidro, fue a ver lo que pasaba y, en realidad la visión que este hombre tuvo era de que los ángeles le ayudaban a arar con más intensidad, no que él dejaba el trabajo para que los ángeles trabajaran por él, sino que en la visión que este hombre tuvo, veía personas que estaban al lado de él que fueron interpretados como ángeles que trabajaban con él y por eso su trabajo era tan eficaz.

Pero lo importante de la dimensión orante de San Isidro, no solamente es que rezaba mucho sino que interpretaba la vida a la luz de Dios. Esto es lo propio de alguien contemplativo. Alguien que interpreta todo lo que le pasa, no como una mera casualidad, no como acontecimientos sucesivos de su vida sino lo ve a Dios, ve la gracias de Dios, ve al espíritu de Dios, actuando en los acontecimientos de la vida cotidiana.

Esta es la dimensión tan fuerte que San Isidro nos plantea. Debemos rezar, pero justamente si rezamos vamos a ser capaces de entender nuestra vida a la luz de la fe. Esto es lo que necesitamos todos, explicarnos desde la fe qué es lo que nos pasa. Muchas veces nos encontramos con situaciones que no tienen explicación en nuestra vida, pero si la vemos a la luz de la fe, vamos a darle algún sentido que es dificilísimo encontrar si no tenemos esa visión.

En segundo lugar, San Isidro hombre de trabajo. No era lo que podemos decir hoy, un excluido en la sociedad. Era un hombre pobre, trabajador, tenía una vivienda digna, trabajaba para hombres que tenían propiedades, pero vivió dignamente de su trabajo. Las historias cuentan de la eficacia en su trabajo. Era un hombre que trabajaba en serio, lo mismo que su mujer. Así como su mujer era una mujer de mucha oración, era también una mujer de trabajo y San Isidro también. En aquella época, en ese mundo agrario, o se trabajaba o se robaba, no había alternativa, había que trabajar. Por eso, entonces, esta dimensión ha sido tan importante en la vida de San Isidro y tan ejemplar para todos nosotros.

En tercer lugar, el amor a los pobres, la caridad, San Isidro lejos de acumular riquezas con el producto de su esfuerzo, quería ganarse el cielo compartiendo con los más pobres aquello que él tenía. Incluso se cuentan algunos milagros de cuando ya no seguía teniendo, ante el reclamo de los más pobres. Los pobres en aquella época eran mendigos, y esa mendicidad sigue siendo actual y hay muchas formas hoy de pobreza que, así como San Isidro las interpretaba que en su vida debía haber un más, una actitud solidaria, hoy también es un reclamo grande para nosotros.

Tratemos de bajar estas tres dimensiones de la vida de San Isidro a nuestro mundo de hoy. Fíjense que el Santo Padre, después haré una referencia de él más directa, porque acabo de llegar de Roma en estos días, ha hecho un viaje a Palestina, a Israel, y está en su pontificado continuando lo que hizo Juan Pablo II, encontrarse con todos aquellos líderes de las religiones monoteístas. Porque en última instancia el cristianismo está planteando, o mejor dicho, al mundo se le está planteando hoy esta alternativa. Qué queremos, un mundo solamente consumista y un mundo que crea solamente en estos ídolos de la materia o un mundo que acepte a Dios y que tenga una dimensión, una visión trascendente de la vida. Esta es la gran disyuntiva que se le plantea al mundo actual.

Y esto, por la gracia de Dios, todos aquellos que tenemos fe lo tenemos que responder desde la fe. Por eso el tiempo actual nos pide, a los que somos creyentes, a los que somos católicos, que seamos cada vez mejores católicos, así como les pide a aquellos que son judíos, que sean judíos religiosos y a los musulmanes que sean musulmanes religiosos y a los protestantes que sean realmente protestantes, que tengamos identidad desde la fe que cada uno tiene porque el mundo necesita el testimonio de la trascendencia. Es uno de los grandes reclamos del mundo actual.

Vamos a construir un mundo solamente desde una visión materialista, creyendo en el poder del dinero, en el poder de las finanzas o vamos a construir un mundo desde una visión trascendente, desde nuestra fe en Dios.

San Isidro como contemplativo nos invita a cada uno de nosotros a ser testigos de una fe en Jesucristo. Creemos en Jesucristo y lo manifestamos ante todo con el ejemplo en nuestra vida.

Nuestro País, mis queridos amigos, tiene que ser construido desde el trabajo de cada uno de nosotros y hoy se enfrenta, en una visión fuerte, en la Argentina también, la cultura del trabajo frente a la cultura de la dádiva. Cada vez que nosotros estamos regalando a los demás, impidiéndoles el trabajar, cuando en la Argentina no damos trabajo a todos, los estamos humillando. En cambio, cuando trabajamos para que todos trabajen y cuando invitamos a todos a ganar el pan con el sudor de su frente, los estamos dignificando, los estamos humanizando. Esta cultura del trabajo es una de las dimensiones más humanizantes de la vida y los cristianos tenemos una obligación moral de ser testigos de esta dimensión de la existencia tan necesaria y tan ennoblecedora y humanizante.

Y por fin, esa caridad, ese amor hacia los pobres de San Isidro Labrador. En nuestra Patria seguimos teniendo todavía un treinta por ciento de pobreza. Y sin lugar a dudas, de la pobreza se saldrá con el esfuerzo de todos, pero fundamentalmente con la solidaridad de todos y con la capacidad de compartir nuestros bienes. Siempre hay un más que todos nosotros podemos poner en nuestra vida. Justamente el reclamo de los pobres hacia nuestra existencia es que seamos capaces de dar ese más y esto significa poner nuestra vida en clave de solidaridad. Encontramos también en San Isidro Labrador un ejemplo en este sentido.

Mis queridos amigos, así como le damos gracias a Dios por San Isidro, pedimos su mediación para poder caminar según su ejemplo, siendo más contemplativos, tratando de, no solamente trabajar, sino de posibilitar de que todos trabajen en nuestra Patria y extendiendo nuestra vida a los demás en esa dimensión de solidaridad.

Una palabra final. Los obispos argentinos, estamos estos días reunidos, hemos podido comentar, todos nosotros, en estos últimos tiempos, en distintos grupos, hicimos lo que se llama la visita Ad Límina, visita a la Santa Sede. He tenido la gracia de Dios de tener un encuentro personal con Benedicto XVI. Hemos podido ver el ejemplo de este hombre que está tratando de dar un testimonio fuerte de su unión con Jesucristo, de su visión contemplativa extendida en la acción. En estos días él tiene este viaje tan difícil que está llevando adelante y, por supuesto, el Papa ante todo debe ser mirado por nosotros desde una visión de la fe. En mi despedida le pedí una bendición para todo el pueblo de San Isidro, para toda nuestra diócesis, y esta es una de las primeras oportunidades que tengo de encontrarme con los fieles. Por eso, al final de la Eucaristía, en nombre del Santo Padre, les voy a extender la bendición apostólica para todos ustedes. Lo cual implica poder obtener la indulgencia haciendo una obra de caridad, rezando por las intenciones del Papa y accediendo a la Eucaristía en estos próximos días.

Que Dios los bendiga a todos y que podamos seguir iluminados por el ejemplo de San Isidro Labrador.

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