jueves, 8 de abril de 2010

DE LA PASCUA HACIA PENTECOSTÉS...

Cardenal John Henry Newman (1801-1890) presbítero y fundador de comunidad religiosa


«¿No ardía nuestro corazón?»

Hermanos, hagámonos cargo de lo que fueron, después de la
resurrección, las apariciones de Cristo a sus discípulos. Son tanto más
importantes cuanto que nos enseñan que una comunión de este género con
Cristo es todavía posible; es esta clase de contacto con Cristo el que se
nos da actualmente. Durante este periodo de cuarenta días que siguen a la
resurrección, Jesús inauguró su nueva relación con la Iglesia, su actual
relación con nosotros, el tipo de presencia que quiso manifestar como
segura. Después de su resurrección, ¿cómo estaba Cristo
presente en su Iglesia? Iba y venía libremente; nada se oponía a su
llegada, aunque estuvieran cerradas las puertas. Pero, a pesar de estar él
presente, ello no era tan evidente a sus discípulos. Los discípulos de
Emaús no tuvieron conciencia de su presencia, así, de golpe, sino al
acordarse de la influencia que tuvo sobre ellos: «¿No ardía nuestro
corazón?» Fijémonos bien en qué momento se les abrieron
los ojos: en la fracción del pan. En efecto, ésta es la actual disposición
del evangelio. Si alguien recibe la gracia de captar la presencia de
Cristo, es cierto que no lo reconoce hasta más tarde; desde ahora es sólo
por la fe que se capta su presencia. En lugar de su presencia sensible, nos
deja el memorial de su redención: se hace presente en el sacramento.
¿Cuándo se manifestó? Cuando, por decirlo de alguna manera, hizo pasar a
los suyos de una visión sin verdadero conocimiento a un auténtico
conocimiento en lo invisible de la fe-

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