miércoles, 17 de febrero de 2010

PROCESO A JESUS DE NAZARETH (1º PODER)


Jerusalén, vísperas de la Pascua judía,
año 33 de nuestra era,
entre la madrugada y el mediodía
del viernes hoy llamado Santo




1. Anás

La primera instancia es la de Anás, el saduceo. No es técnicamente una parte del juicio, ya que no pertenece a la justicia formal, si no que más bien se refiere al ámbito de lo personal. Se hace notar que el encuentro no es en una dependencia pública, es en su casa particular, antes del amanecer. Morada de un hombre que detentaba el máximo del poder, dentro de los estrechos límites que permitía la ocupación romana. No era el Sumo Sacerdote, pero lo había sido y también lo serían todos sus hijos. Actualmente lo era su yerno, Caifás. Un poder que se ejerce detrás de escena no es visible, pero es en esa ausencia que radica su fuerza. El hecho de saber que no se necesita de las investiduras, la ausencia de cargos y la falta de apariencias es precisamente lo que constituye este modo del poder. Lo oculto es, en este caso, evidencia. También su carácter hereditario le transmite una sensación de eternidad. El poder vitalicio algún día termina; el que pasa a otros miembros de la misma estirpe parece prolongarse hacia un tiempo indefinido. Con el traspaso endógeno, se produce también la vigencia de la trama en que se asienta. Los negociados, los silencios, los conocidos, las lealtades maniatadas tienen su continuidad automática con el descender de la sangre. Anás formuló unas pocas preguntas, pero sobre todo quiso verlo. Y eso no fue solo producto de la curiosidad, que seguramente tenía, fue una señal. No olvidemos que todos ellos le temían, también desde una perspectiva política, más aún después de los disturbios en el Templo, lugar de donde provenía su prestigio, además de sus cuantiosos ingresos. Anás quiso que de alguna manera se supiera quién estaba detrás de todo lo que sucedería. No le interesaban las respuestas y la única que obtuvo cerró el argumento con una sonora bofetada. El inicio de una espiral de violencia que iría en aumento con las horas. La reprimenda acorde a un estilo que utiliza la violencia como lenguaje. El estilo de las logias, de las mafias, de los grupos que abrazan el anonimato voluntario. No les gusta la figuración, pero no soportarían ser ignorados. Nutren desprecio por los que prefieren los símbolos del poder a su posesión efectiva. No ostentan la riqueza, pero son inmensamente ricos. Pocas palabras y en un tono casi imperceptible, porque es el interlocutor el que debe hacer el esfuerzo de escuchar sus susurradas sentencias. Le bastó una mirada para tranquilizarse. Seguramente haya pensado lo infundados que habían sido sus temores. Que continúen adelante los funcionarios con las formalidades del caso. (Por Opi Mazzinghi)

1 comentario:

Esteban dijo...

El poder oculto es a veces más poderoso. Es es el que se ejerce detrás de la escena, sin dar la cara. Me gustó ese dilema de aparentar estar en una segunda fila. Esa falsa humildad de no querer aparecer, pero morirnos sino se nos reconoce. Pensé en actitudes en las que usamos mal nuestro poder.En el formidable poder destructivo y conspirativo de nuestras habladurías.