jueves, 20 de agosto de 2009

LAS CURVAS DE LA VIDA (1era parte)

Se me ocurrió pensar en la vida humana como un proceso histórico que tiene un claro principio y un seguro, aunque indeterminado final.-
Nada más cierta que la idea de que nos vamos a morir. Y resulta algo inquietante -al menos para mí-, porque no sabemos cómo, ni cuándo.-
Si nos imagináramos una larga vida -cuanto más larga mejor- es posible que podamos graficarla como se hace en las empresas. (el clásico cuadro detrás de la silla del Director, en la sala de reuniones)
Y en ese gráfico -representado por curvas- sea la variable que elijamos, habrá siempre un punto de quiebre o inflexión, a partir del cual se genera un crecimiento o una declinación.
Ese punto C, lo podemos denominar momento cumbre de la crisis.-
Vamos a intentar describir solo tres variables: a) la curva física, b) la curva económica y c) la curva espiritual

a) Curva Física:
Hay un primer aspecto físico, que surge patente y que, me parece, no pude faltar como variable en este cuadro de la vida.-
Con el paso de los años, la curva del aspecto físico se va moldeando.-
Empieza muy bajita, cuando no teníamos fuerza ni para sostener nuestra propia cabeza y va lentamente subiendo, hasta llegar al máximo de la potencia física, que yo la ubico convencionalmente en los 25 años. En esa edad, ya podemos sostener la cabeza, pero tal vez todavía no usemos demasiado bien la parte de adentro.
El cuarto de siglo entonces, simboliza para mí el esplendor, solo visto desde lo físico. O sea, algo medianamente envidiable.
A partir de allí (estamos en lo más alto de la curva) entramos en una meseta que durará equis tiempo, hasta un punto de inflexión desde el cual comenzamos a descender.-
El tiempo de ese amesetamiento depende solo en parte, de nosotros mismos.
Es importante lo que hagamos con nuestro cuerpo. Sí. Interesan los detestables cuidados en las comidas, dejar de fumar, los monótonos ejercicios cotidianos, el tipo de vida que llevemos.
Pero hay otros factores que, hagamos lo que hagamos, nos resultarán inmanejables.
Ni hablemos de las enfermedades que podemos sufrir. Pero aun moviéndonos dentro de un marco ideal de plena salud, la cosa comienza a deteriorarse de arriba para abajo. Generalmente desde la cabeza hacia el abdómen.
Lo que empieza siendo una leve brisa sobre nuestras cabezas, se convierte para la mayoría en un desolador huracán, que nos dejara completamente raleados. Lo que se aventura como una simpática nevizca en las sienes, termina siendo una tormenta blanca. Lo que se insinúa como una generosa expansión muscular, culmina con una panza prominente.-
Lo que pasa con algunos magníficos atributos femeninos no lo menciono, porque estos siempre tienen un engañoso arreglo.-
En todo este proceso -como digo- hay un claro punto de inflexión. Hay un antes y un después. Y no me refiero solo a la cirugía.-
Es un momento sublime que yo lo asemejo al catastrófico instante en el cual el piloto avisa por los altoparlantes: "hemos comenzado el descenso sobre la ciudad de Buenos Aires..."
Hay una clara declinación física que produce el quiebre de esa curva, que ya será irrecuperable, igual que el avión que en determinado punto ya no tiene posibilidad de volver a levantar vuelo.-
Yo ubico este punto de declive físico en mi vida a los 40 años. Y para hacerlo más dramático recuerdo con absoluta precisión lo que me pasó el día de ése, mi cuadragésimo cumpleaños. Ya llegará un día en el que también lo olvidaré...
Era de mañana. Calurosa como todas las del mes de febrero. Se pronosticaba lluvia y previsoramente decidí subir al techo para destapar canaletas. En el largo tiempo que llevo viviendo en esa casa, había subido al techo infinidad de veces. Pero ese día, a esa hora, y antes de revolear la pata por encima del último escalón y pisar sobre la chapa ardiente, sentí un ataque de vértigo. Lentamente y sin armar ningún escándalo, emprendí el vergonzoso camino inverso. Bajé uno por uno los escalones, y disimuladamente le pedí a uno de los chicos que hiciera la tarea. En mi interior tuve patéticamente claro lo que había ocurrido. Y jamás volví a intentarlo.-
A partir de allí, no he dejado de notar toda la ayuda que preciso, para hacer un montón de cosas que antes hacía solo.
Celi: me traés los anteojos?. Ignacio me sostenés la escalera?... Menos mal que en mi caso, con ocho hijos, puedo recurrir todavía a gran cantidad de mano de obra desocupada.
Por Esteban Mazzinghi
(continuará con la curva económica)

3 comentarios:

Juan P. Ponce dijo...

muy divertido y real...espero con ganas los otras 2 partes que faltan de las curvas de la vida !!!

Esteban dijo...

Gracias Juan. La curva económica ya está casi lista. Ocurre que me agarró la curva laboral ascendente y me tengo que sacar algunas cositas de encima... Ya va a salir. Abrazo.

Luis dijo...

Qué identificados nos debemos sentir todos con esta curva evolutiva del físico.
Seguramente todos recordaremos la última vez de algo que ya no hacemos más... La conciencia del crecimiento desmedido de mi panza la tuve cuando tuve que respirar hondo después de atarme los cordones.
Me preocupa la curva económica porque presiento que me va a bajonear, pareciera ser un crecimiento que no tiene fin.
Puede ser que si graficamos el aburguesamiento también veamos una curva ascendente que no se condiga con la de los ingresos...
ok, no me adelanto, espero.
Abrazo,