lunes, 3 de agosto de 2009

EXPERIENCIAS FRENTE AL SANTISIMO



Mañana es Martes 4 de agosto. Primer martes de mes. Arbitrario motivo para que nos juntemos en comunidad a rezar.
Hemos establecido desde hace ya unos años, que los primeros martes de cada mes, tendríamos esta fantástica excusa para encontrarnos.
Y cada vez que asisto, me pasa lo mismo.-
Un paso de la fiaca y de las mil razones para pegar el faltazo, a la experiencia de haber aprovechado el tiempo en presencia del Señor, sin haber hecho nada más ni nada menos que sentarme en un banco a contemplarlo.-
Ver como poco a poco vamos llegando todos los que somos. Los que vienen del centro, los que vienen de sus casas, los que hace tiempo no vienen y decidieron -por algo- aparecer esta noche. Maridos y esposas que llegan juntos o separados. Los que son rezadores constantes y habituales, los que solo tenemos raptos místicos, dentro de las mil incoherencias de nuestras vidas.
¿Que se puede hacer en este rato? ¿Como aprovecharlo? Me lo he preguntado muchas veces.
Y la respuesta es muy personal y variable. Les comento algunas cosas que me han pasado.
Hay días en los que, cuanto más empeño pongo en sacar algo concreto de ese rato de oración, mayor es mi desencanto. Y otros en los que, cuánto mayor es mi abandono en la presencia de Dios, cuanto más lo miro y menos hablo interiormente, más respuestas me llevo. En general son respuestas a preguntas no formuladas. Porque el Señor nos muestra lo que no podemos ver. Y si no lo podemos ver, es evidente que jamás podríamos preguntar.
Otros días en los que estoy muy poco inclinado a la espiritualidad, necesito agarrarme de cosas mucho más concretas.-
Una vez me encontraba rezando al lado de una señora mayor que yo, que lo hacía con enorme concentración. Cuando salimos juntos de la Capilla le dije: "Yo te veo rezar y te envidio, porque parece que tuvieras tanto tema..." Y ella me contestó... ¿"pero vos no tenés un montón de hijos?. Con solo pensar un ratito en cada uno de ellos y en lo que te parece que están necesitando, para pedírselo al Señor, tenés para rezar un rato bien largo".
Desde ese día ocupo gran parte de mi tiempo de oración en esta simple actividad. Pensar en mi mujer y en cada uno de mis hijos. Tratar de imaginarme lo que están viviendo, lo que están sintiendo. Y pedir por ellos, por sus proyectos, por sus intenciones, por sus esfuerzos, por su miedos, por su fracasos. Y también por los míos. Y agradecerle a Dios cada existencia, una por una. Cada gesto de amor, uno por uno.
Desde ese momento, encontré una forma de rezar muy sencilla, y esta señora jamás sabrá el bien enorme que me hizo con su comentario.- Esteban M. Mazzinghi

3 comentarios:

María dijo...

Qué bueno esto que compartís, Esteban. A mí lo que más me cuesta es tratar de desacelerarme cuando entro a rezar frente al Santísimo, en alguna iglesia de esta caótica Buenos Aires. ¿Mañana podrias agregar un rezo por tu cuñada a tu larga lista?

Esteban dijo...

Por supuesto que SI... María Pa o María Pe? Bah, por las dudas rezo por ambas. Beso. ESTEBAN

Andoto dijo...

Gracias Stefano por lo COMPARTIDO.
Espero poder REZAR EN COMUNIDAD mañana.
Un fuerte abrazo